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“No somos Hong Kong. Somos un país que depende de sus recursos naturales y sería muy irresponsable que por una idea preconcebida de que el medio ambiente va a destruir la economía, no se tome en cuenta”.

Alfredo Sfeir, 75 años, economista, ecologista, guía espiritual, y ex candidato presidencial sabe de medio ambiente. No solo porque es algo que ha estudiado toda su vida, sino porque en 1978, sin tener datos duros, se pronunció sobre el recalentamiento de la Tierra, atribuyéndolo a la acción humana. Él ha contado que le dijeron que sin tener la evidencia científica era mejor no apretar el botón de alarma innecesariamente. En 1988, diez años después, la ONU y la Organización Meteorológica fundaron el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).

Hablarlo en esa época, explica Sfeir, era muy complejo.

–Era un tema muy, muy peligroso, porque era ir contra la corriente de los modelos de economía, de los modelos sociales que funcionaban sin darle un verdadero valor al medio ambiente. Por lo tanto, tú podías contaminar sin que pasara nada en tu contra. Podías crear más CO2 y no pasaba nada. En contexto, este debate no era solo centrado en el tema del cambio climático per se, sino que era considerado una crítica a los modelos de desarrollo de ese entonces y de hoy día. Para mí marcó un punto bien difícil porque me encontré con el león de la Metro Goldwyn Mayer. Oye, no, pero esto no existe, olvídate de este tema.

–Y tuvo que esperar diez años para que lo tomaran en serio.

–Quizás más. Cuando fui candidato a presidente en 2013 la gente aún me decía: “Don Alfredo usted está muy adelantado, vuelva en treinta años más”. Y hasta el día de hoy hay gente que no cree. Hay gobiernos que no están haciendo nada.

Alfredo Sfeir es crítico con la actual Constitución. De hecho, cuando fue candidato a la presidencia dijo que lo primero que haría sería cambiarla.

–Varios expertos que están trabajando en el nuevo borrador no van por la línea de cambiar la actual. Algunos han dicho respecto al agua que lo que están escribiendo deja ese derecho muy similar a lo que dice la Constitución de 1980.

–Yo no estoy de acuerdo con eso. A mí me parece que si la Constitución no tiene un capítulo fuertísimo sobre el medio ambiente, no hay futuro para Chile.

Alfredo Sfeir toma aire y sigue:

–La economía chilena es una economía basada en nuestros recursos naturales: los vinos, la exportación de fruta, la minería, la pesca, el océanos, los mares. Nosotros no somos Hong Kong, no estamos haciendo aritos y collarcitos, somos un país que depende de sus recursos naturales y me parece muy irresponsable esa visión preconcebida de que el medio ambiente va a destruir la competitividad económica. Nadie tiene derecho a contaminar el ambiente de la manera que quiere.

–Entonces es la mentalidad la que hay que cambiar.

–Hay que cambiar las nociones más profundas de bienestar como también nociones económicas como la competitividad. La competitividad tiene que transformarse en eco competitividad. ¿Qué significa eso? Que no tan solo pago por lo que produzco, sino también me hago cargo de los impactos externos que tiene lo que estoy produciendo. La Ley REP –Responsabilidad Extendida del Productor– en que considera muchos productos que el fabricante tiene que hacerse cargo de todo el ciclo. Por ejemplo, los aceites de automóviles, los neumáticos, las baterías, las pilas, quien las fabrica se tiene que hacer cargo de dónde los desechan y, por lo tanto, un servicentro no puede botar los aceites quemados al alcantarillado, sino que se los devuelve al productor. Así la economía circular empieza a funcionar porque yo no lanzo al mercado productos que van a tener un impacto ambiental horrible hacia atrás, a través de la producción, y hacia delante, a través del consumo.

“Eso ya no es discutible. Esto del medioambiente tiene la misma relevancia que el tema de la seguridad: es difícil decirle a la gente que es un fenómeno transitorio. El día que la capital de Chile vaya a pedirle agua a otra ciudad con camiones aljibes para poder sobrevivir, van a tener que hacerse cargo”.

–¿A cuánto tiempo estamos de que ocurra algo así?

–No te puedo decir, pero no creo que estemos demasiado lejos.

–Ya, pero luego vienen los empresarios y dicen “no me dan permiso para hacer esta fábrica y resulta que esta empresa es la que le da trabajo a todos los hombres y mujeres de este sector”.

–¡Por favor!, esos son argumentos de los años 50, cuando yo recién estaba entrando a la universidad, eso me lo decían todo el tiempo. La creación de empleo no es incompatible con un medio ambiente sano. Antes me decían “oye, mira, es que este bosque nativo no es tan importante porque hay muchos bosques nativos. Tú estás preocupado de un pajarito y no de las personas que consiguen trabajo”. Las personas que trabajan están supra conscientes de que ellos no quieren que su trabajo destruya el medio ambiente. Pregúntale a cualquier campesino de donde yo vivo si ellos quieren destruir el medio ambiente: por ningún motivo. Hay que entender que los problemas ambientales van acompañados de problemas sociales profundos, lo social es la otra cara de la moneda, ya que el tema ambiental no es una cosa física solamente. Decir “mira, no hay agua en este territorio” es lo mismo que decir “no hay agua para una familia que la necesita”. La necesidad la imponemos nosotros.

–Usted fue muy optimista del proceso constituyente y lo que iba a suceder con el tema del medio ambiente. Pero, al final, se terminó rechazando el borrador que tenía muchos artículos que los grupos medioambientalistas querían y además los acusaron de maximalistas.

–Mucha gente criticó el borrador constitucional y que nosotros éramos maximalistas, que estábamos pidiendo el mundo entero. Pero eso no es así. Hay más maximalismo en lo jurídico, ya que los derechos no pueden ser aplicados parcialmente y te pongo un ejemplo: no puede existir un derecho de la mujer al 50%, yo no te puedo respetar tus derechos un 50%. Decir que debo respetar el 100% de ese derecho no es maximalismo.

–¿Entonces qué pasó, según usted?

–Yo no soy de los grandes críticos de la Convención, lo que yo creo es que aquí no hubo una diferenciación clara entre un “relato y una causa”. La propuesta tuvo una serie de causas que son todas loables y que yo apoyé y creo que hay que seguir apoyando, pero no se unificaron en un relato coherente. También te digo que no es fácil escribir un texto como ese. Yo he hecho alrededor de siete documentos de ese tenor en mis 30 años en el Banco Mundial y no es llegar y hacer una cosa así. Y repito que no creo que hubo maximalismo, lo que pasa es que la gente no entendió entre el hilo conductor y las causas ambientales. Eso no era como para haber rechazado el texto, sino corregirlo.

Alfredo Sfeir cuenta que de propia iniciativa escribió un documento que se lo hizo llegar a algunas personas que integran la Comisión Experta que trabaja en elaborar las bases de la nueva Constitución, explicando qué es lo que cree que debe ir.

–¿Qué debiera decir la nueva Constitución en términos medio ambientales?

–Debiera decir que Chile es un país comprometido con una sociedad sustentable y una ciudadanía empoderada, porque sin el empoderamiento ciudadano y de las comunidades, nadie va a proteger el medio ambiente. Es muy difícil protegerlo desde Santiago centralizadamente.

Alfredo Sfeir dice que en el preámbulo tienen que ir algunos valores ambientales constitucionales “en los que todos estemos de acuerdo. Por ejemplo, nosotros debemos ser un país que adopta un modelo de desarrollo sostenible, punto; no hay que ponerle mucho a la frase. Porque tenemos que poder decirle a los hijos y los nietos tuyos, que hay un gobierno que se preocupa del futuro, que vamos a tener una integridad ecológica, que las generaciones futuras van a tener derechos, que no podemos tener criterios de sostenibilidad separados de los criterios económicos, de las políticas macro como fiscales, monetarias y de productividad”.

Y continúa: “También, que el Estado va a proteger los patrimonios que son de todos nosotros y parte de esos patrimonios son los naturales. ¿Cuáles son los bienes comunes del país que son de todos y vamos a dejar a las generaciones futuras? Eso debemos responder”.

Alfredo Sfeir está atareado terminando un libro sobre budismo, el décimo de una colección completa que piensa lanzar pronto. Y pese a que eso lo tiene muy feliz, cuenta que estos últimos meses han sido difíciles porque en el verano se le quemó todo su campo en Ninhue, un terreno de 17 hectáreas y en donde vive desde la pandemia.

–Me quedó la casa por suerte. Ha sido terrible, tuvimos que salvar animales, a mi perrito, los galpones. Se quemaron todos los portones y los bosques internos del campo. Pero, bueno, vamos a salir como el Ave Fénix, si Dios quiere.

Pensando en esta misma realidad es que cree que es de una gran irresponsabilidad no darle derecho a la naturaleza, ni a las generaciones futuras.

–Ninguna de ellas se sienta en una corte de justicia, pero tiene que haber justicia ecológica. Me acuerdo cuando participaba en la Comisión de Derechos Humanos en la ONU, como representante del Banco Mundial, y hablé sobre los derechos de las generaciones futuras. Ahí se levantó un gran abogado y me dijo: “señor Sfeir se nota que usted es economista, no es abogado, porque las generaciones futuras no son sujetos de derecho, porque no existen”. Grave. Pero si vamos a vivir así estamos complicados. Necesitamos más sabiduría en este tipo de conversación, no los argumentos del empleo, la productividad.

–La gente necesita trabajar, necesita empresas, pero esa actividad muchas veces contamina, el agua, la tierra…

–Son argumentos reales en tanto se hacen, pero no son verdaderos en cuanto al contenido. ¿Cuánto usted paga por salud por la contaminación de aire en Santiago? Mucho. El auto que está contaminando no paga el costo de la salud. Pero usted tiene que llevar su hijo al hospital todos los inviernos. Entonces es como hacer juegos de espejo: yo tengo auto y eso significa cierta responsabilidad. Entonces los gobiernos sabios son gobiernos que se van adelantando a la realidad.

“Y no significa hacer cosas drásticas: esto hay que hacerlo no con un partido de fútbol ni con barra brava, sino con sabiduría. Y decirle a la gente: mira, nosotros en Santiago no podemos tener un stock de automóviles de más de medio millón de autos”.

–¿Pero usted cree que un gobierno va a venir a decirle a la gente “usted puede tener solo un auto o va a tener que pagar un impuesto tan alto que no va a poder tener uno? ¿La gente lo aceptaría?

–No, yo no propondría jamás eso, sino otras cosas que llevarían a un equilibrio. Por ejemplo, un sistema de transporte público extraordinario, que la gente diga “no uso el auto”, como en Estados Unidos o en Francia.

Ya, pero estamos con un 40% de evasores en el metro y otro tanto igual de grande en las micros.

–Tú me están cambiando las preguntas. Yo no te puedo contestar por qué la gente roba. Mis soluciones son proveer una alternativa y decirles a los estudiantes “mira, te vamos a bajar las tarifas, con la condición que…”. Le diría a la gente de la tercera edad que no debería pagar nada de transporte. Yo me subí en un bus en Río de Janeiro, en la Conferencia Mundial del Medio Ambiente, y el chofer me dijo “usted no paga”, le pregunté por qué y dijo que porque era de la tercera edad. Yo ni siquiera era brasilero, pero allá la gente de la tercera de edad no paga. Eso es cultura.

–Pero es que acá el tema de la cultura, la conciencia, está como truncada. ¿Por qué?

–Primero, porque nuestra educación no es una educación de conciencia, es de competencia. Competir y ganar. Y también de exitismo. Segundo, porque los adultos le dicen a los jóvenes “aquí no pasa nada”, pero sí pasa porque la sociedad empieza a erosionarse porque no tiene valores, no tiene una ética ni una ecomoralidad porque nunca la hemos enseñado.

–¿Ecomoralidad?

–Ecomoralidad significa que tenemos una conciencia muy alta de la interdependencia con el medio ambiente, que conocemos la salud integral. La medicina ambiental en Estados Unidos es de altísimo nivel y todo el mundo sabe que realmente hay una relación íntima entre la calidad del medio ambiente y la calidad de tu bienestar. El National Health Institute, de Estados Unidos, invierte millones de dólares en medicina ambiental. No es un tema que la gente no sepa.

–Usted perdió como candidato presidencial y senador. ¿Cree que ahora que hay una conciencia ecológica mayor, sí podría salir elegido?

–Yo quisiera de que el día que yo fuese candidato, –dejo muy claro que no soy candidato a nada– el pueblo chileno diga “mira, realmente el medio ambiente es muy importante”. Quisiera también que me eligieran porque sé de economía, porque me interesa la vida de la gente, me interesa el amor, la compasión, la alegría del pueblo. Me interesa la cooperación, la mutualidad, tener una sociedad tranquila y feliz, que se enorgullece de la paz y prosperidad que tiene. Yo no soy solamente como dicen, y a veces de una manera un poco despectiva, un “ecologista”. Yo tengo más con lo que contribuir.

–¿Le da rabia que le digan así?– No me da rabia, pero hay gente que dice “este candidato no, porque es ecologista”. ¿Pero qué significa eso? Es decir, este gallo es medio hippy, cosa que también me dijeron. “Don Alfredo, estamos en Chile, a nadie le importa el medio ambiente”. Pero el ecologismo hoy es el eje central de la vida humana. El que no entiende eso no sabe ni de la vida humana ni de la política.

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