Una empresa francesa, especializada en inteligencia artificial (IA), ofrece a personas adineradas productos y servicios exclusivos y personalizados, gracias a un algoritmo que rastrea la vida digital de los clientes para conocer sus gustos. Lo raro es que en la empresa no hay ningún ingeniero en IA ni tampoco un científico de datos.

¿Por qué? Porque la tecnología que ofrece no existe, “el trabajo que debería haber hecho la IA se realiza realmente en el extranjero por trabajadores independientes. En lugar de la IA, o de un robot inteligente que recopila información en la web y devuelve un resultado tras un cálculo matemático, los fundadores de la startup habían diseñado una plataforma digital, es decir, un software que envía las solicitudes de los usuarios de la aplicación móvil hacia... Antananarivo”. O sea, la capital de Madagascar, cuenta el sociólogo italiano Antonio A. Casilli en su libro “Esperando a los robots” (Lom).

Son millones en el mundo las manos, no de ingenieros ni científicos, sino de trabajadores precarizados, que hacen funcionar las tecnologías que prometen automatizar la vida. Les pagan pocos centavos por clic, dice Casilli, “a menudo sin contrato y sin estabilidad laboral. ¿Y desde dónde trabajan? Desde cibercafés en Filipinas, desde los hogares en la India, incluso desde las salas de informática de las universidades de Kenia”. “En Mozambique o en Uganda hay barrios enteros de las grandes ciudades, o de las aldeas rurales, que se han puesto a trabajar para cliquear”.

Casilli es profesor del Instituto Politécnico de París e investigador de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales, también de París, investiga el impacto de la cultura digital en la vida cotidiana, y es uno de los invitados a “La noche de las ideas”, encuentro que organiza el Instituto Francés, el próximo fin de semana en el Centro Cultural La Moneda (ver recuadro).

Las tecnologías digitales, explica el autor, han tenido un impacto ambivalente en nuestras sociedades. De un lado, la aspiración de los usuarios a la autonomía y la libertad, el deseo de comunicarse; del otro, los oligopolios digitales —“Amazon, Alphabet, Meta, Alibaba, Tencent, etcétera”— que se apropian de esos deseos.

“La aparición del digital labor o ‘trabajo del clic' es una de las manifestaciones más extremas de estas tendencias”, explica Casilli. “Muchas empresas y plataformas subcontratan el trabajo a multitudes de usuarios que lo hacen gratis o por salarios muy bajos. Este trabajo en línea lo realizan aficionados apasionados, creadores, autónomos y trabajadores informales. También consumidores y usuarios de plataformas. En lugar de contratarlos, reclutarlos, formarlos y pagarles, las empresas y plataformas utilizan sistemas complejos para captar su atención. El procesamiento de datos, la curaduría, la adición de etiquetas y metadatos son los principales aspectos de este trabajo. Cada vez que resolvemos un captcha o dejamos una reseña de un producto, realizamos este tipo de trabajo. Como usuarios de Google o Amazon, hacemos esta labor digital de forma gratuita, mientras que el resto trabaja por tarifas muy pequeñas, uno a mil pesos por clic”.

—Entonces, como dice usted, son los humanos los que le están quitando el trabajo a los robots.

“La IA se vende como una especie de magia: coches que se conducen solos, objetos que saben lo que quieren sus usuarios y ordenadores que aprenden más rápido que los humanos. Nos prometen máquinas sobrehumanas. Sin embargo, como en el Mago de Oz, los multimillonarios de la tecnología nos ordenan ‘no prestar atención al hombre tras la cortina'. Y le sorprendería saber cuántos hombres y mujeres hay detrás de la cortina de las tecnologías inteligentes. Con mi equipo de investigación DiPLab he realizado encuestas en varios países, de Egipto a Venezuela, de Argentina a Camerún. Hemos conocido a cientos de trabajadores informales que alimentan de datos a nuestras tecnologías inteligentes, a veces haciéndose pasar por aplicaciones o robots, mientras en realidad trabajan desde una pequeña habitación en la periferia de Caracas o Antananarivo”.

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Barbara Stiegler es filósofa, Christophe Pébarthe es historiador, Paola Tubaro es economista, Emanuele Coccia es filósofo y Guy Régis Junior es dramaturgo. Al sociólogo Antonio A. Casilli ya lo conocemos. Ellas y ellos, junto a invitados chilenos, serán parte de “La noche de las ideas”, este 20 y 21 de enero, en el Centro Cultural La Moneda. Es un evento organizado por la Embajada de Francia, el Instituto Francés y Santiago a Mil; reúne a intelectuales, creadores y especialistas de distintas áreas. Este año la propuesta es conversar a partir de una brevísima pregunta: “¿Más?”. Habrá diálogos sobre el teatro como herramienta política, democracia y mercado, automatización y desigualdades, y la crisis socioambiental. Casilli participará, este sábado 21, a las 16:00 horas, en “¿Qué esconde la inteligencia artificial?”, una conversación con el artista visual José Ulloa y la psicoanalista y escritora Constanza Michelson, moderada por la periodista Paula Escobar. Programación e inscripciones en: www.institutofrances.cl/eventos/la-noche-de-las-ideas-2023.

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