Que adultos jóvenes, adolescentes y niños no puedan mantener una concentración prolongada para actividades que lo requieran podría tener su causa en el auge de formatos de entretenimiento cortos, tales como TikTok, que solo tiene videos de hasta tres minutos.

De hecho, el término “TikTok Brain” se ha empezado a popularizar en EE.UU. En la aplicación homónima, el hashtag tiene 10,8 millones de visualizaciones en videos que se refieren al posible efecto de la aplicación en los cerebros de los usuarios, como, por ejemplo, la “adicción” que genera, al no poder dejar de cantar las canciones de la app.

Una publicación de The Wall Street Journal también consigna el término, relacionado con los posibles impactos nocivos de la aplicación en el cerebro, una preocupación para los expertos.

“Es un fenómeno que se está investigando desde hace muy poco, los primeros estudios que están apareciendo muestran que estos dispositivos estimulan el circuito de recompensa, a través del bombardeo incesante de imágenes que son breves y aumenta importantemente la recompensa a corto plazo”, explica Jorge Gaete, psiquiatra e investigador principal del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay).

Uno de los estudios que examina estos efectos, vinculados específicamente a aplicaciones como TikTok, se enfocó en Douyin, el equivalente de la plataforma en China. Según consignan en The Wall Street Journal, la investigación “descubrió que los videos personalizados que muestra el motor de recomendaciones de la aplicación activan los centros de recompensa del cerebro, en comparación con los videos de interés general que se muestran a los nuevos usuarios”. También encontraron que algunas personas tenían problemas para controlar cuándo dejar de mirar la pantalla.

Dificultades emocionales

“La preocupación es sobre todo por la población de niños, adolescentes y adultos jóvenes que están manifestando dificultades en temas de concentración: se aburren con tareas que son rutinarias o que requieren períodos largos de atención”, precisa Gaete. Y señala que aquellos menores que ya tienen dificultades con temas de concentración, por ejemplo, por trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), serían otro grupo vulnerable.

Alejandra Hernández, neuróloga pediátrica de Clínica Universidad de los Andes, explica que “lo peligroso es que estas poblaciones no se acostumbren a tener una concentración prolongada, sino breve y con una gratificación constante”.

En ese sentido, puntualiza: “Un niño no es capaz de elegir qué es lo que es bueno, ya que el área prefrontal del cerebro no se ha terminado de desarrollar. Por eso puede ser capaz de estar toda la tarde viendo videos cortos”.

Lo anterior, agrega Gaete, “podría, sin intervención, llevar a mayores dificultades en poder desarrollar tareas que requieran atención por mayor tiempo y, por ende, podríamos ver dificultades en el rendimiento académico, más fallas en el ingreso a la universidad, como en la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES), que requieren grados de atención muy altos”.

Desde el punto de vista emocional o conductual también tendrían dificultades, porque la regulación emocional requiere momentos de atención, precisa. Además indica que menores con TDAH podrían tener un peor manejo de la sintomatología asociada a la enfermedad, incluso en los casos leves.

Para Hernández, lo anterior no es sorprendente. Si bien la investigación relacionada específicamente a aplicaciones como TikTok y sus efectos en el cerebro es incipiente, “desde la era que empezaron las pantallas, las redes sociales, YouTube, juegos en línea, etc., se ha estudiado que estos producen un efecto en el que el cerebro se va gratificando rápidamente”, dice.

En ese sentido, señala que “se puede hablar de ‘cerebro TikTok' como también puede ser cerebro de cualquier otra plataforma con estos videos cortos”. Ella tiene la hipótesis de que, dado el auge de los videos personalizados y la rapidez de plataformas semejantes a TikTok, los riesgos en términos de adicción y de su impacto en la concentración, solo se acrecentarán, sobre todo en los menores.

Por ello recomienda restringir las pantallas a no más de dos horas diarias y cambiarlas por otra actividad, como el deporte. Por su parte, Gaete aconseja a los adultos guiar y generar instancias en los jóvenes para aumentar la atención, por ejemplo, a través de la práctica del mindfulness.

¿Cambiará la genética?

Alejandra Hernández, neuróloga pediátrica de Clínica Universidad de los Andes, explica que sería interesante saber qué va a pasar después del auge de estos formatos en relación con la epigenética, que se refiere a los mecanismos que regulan la expresión de los genes sin una modificación en la secuencia del ADN.

Por ejemplo, teoriza que tras milenios se podría producir un “nuevo fenotipo”, un nuevo tipo de persona, a raíz de este ambiente y uso de pantallas, con una nueva forma de procesar la información, tal como se fue aumentando el volumen del cerebro del homo sapiens. Por su parte, Jorge Gaete, psiquiatra e investigador principal del Núcleo Milenio Imhay, agrega que “nos va a tomar mucho tiempo entender esto”.

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Saltando de roca en roca para cruzar un arroyo en el glaciar Jamtal de Austria, la climatóloga Andrea Fischer confiesa el temor de que se pierdan irreversiblemente valiosos datos científicos a medida que la nieve y el hielo desaparezcan.

“Jamás imaginé que alguna vez se derretiría tan dramáticamente como este verano... Nuestro ‘archivo' se está derritiendo”, lamenta la glacióloga.

Fischer, vicedirectora del Instituto de Investigación Interdisciplinaria de Montañas de la Academia de Ciencias de Austria, ha pasado más de 20 años estudiando Jamtal y otros cuatro glaciares alpinos en Austria en busca de las áreas de hielo más antiguas.

Para los científicos que tratan de reconstruir el clima de la Tierra en el pasado lejano, estas formaciones de agua helada son una cápsula del tiempo única que se remonta a miles de años atrás.

Sin embargo, los glaciares se derriten de forma cada vez más acelerada, incluido el que se encuentra en el remoto y estrecho valle de Jamtal, no muy lejos de donde unos turistas encontraron, sorprendentemente bien conservado pese a sus 5.300 años de antigüedad, el cuerpo de Oetzi, el Hombre de Hielo, en los años noventa.

Las temperaturas en las montañas más altas de Europa han aumentado cerca de dos grados Celsius en los últimos 120 años (casi el doble que la media global), según la Comisión Internacional para la Protección de los Alpes (Cipra).

Desde entonces, los aproximadamente 4.000 glaciares de esta cadena montañosa se han convertido en uno de los signos más claros de la rapidez del cambio climático.

“Y aún quedan dos meses de verano, cuando el glaciar está totalmente expuesto al sol”, alerta, revelando que en cinco años podría desaparecer. “Este año es escandaloso en comparación con el promedio de los últimos 6.000 años”, lamenta.

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NICOLÁS LUCO

Es como el ahorro previsional: neurólogos ingleses lo llaman “reserva cognitiva” en un artículo publicado el miércoles en la revista Neurology.

Uno incrementa su “reserva cognitiva” con su educación, su trabajo, su vida social. A mayor reserva cognitiva, mejor evolución de la vitalidad cerebral.

La participación en clubes, grupos religiosos, deportes, actividades artísticas, suman en este ahorro a lo largo de la vida.

A veces uno, ya mayor, siente que ya no le corresponde tomar responsabilidad por los acontecimientos, ni abordar los intereses, ni cuidar el propio cuerpo. “Ocurre que a los mayores nos desprecian”, escucho decir a amigos, otrora líderes.

Pero el estudio de la doctora Dorina Cadar, de la Escuela de Medicina de Brighton y Sussex, en el Reino Unido, invita a la acción.

Podemos actuar, ir rellenando durante la vida ese chanchito de greda, la reserva cognitiva.

La investigadora estudió a 1.184 nacidos en 1946 en el Reino Unido. Comparó sus pruebas cognitivas tomadas en 1952 con otras, rendidas en 2015. Además, a cada uno se le dieron puntos según el tipo de educación que tenían el año 1972, según su actividad de recreación el año 1989, según su actividad laboral y capacidad de lectura hasta 1999.

Resultados: los mayores puntajes a los 69 años (2015) se dieron en quienes habían obtenido mejores puntajes cognitivos a los 8 años (1952) y mejores capacidades lectoras en la juventud. Su chanchito de greda neurológico, su “reserva cognitiva”, era robusto. La capacidad lectora pesa grandemente.

Egresados de la universidad u otras entidades de educación post secundaria sumaron más puntos a su chanchito cognitivo que quienes no contaban con educación formal.

Mayor diferencia en puntajes existía a favor de quienes participaban en seis o más actividades, por ejemplo, cursos de educación de adultos, trabajos voluntarios, voluntariados sociales, clubes, talleres de arte, jardinería, comparados con quienes solo participaban en cuatro de tales actividades.

Los trabajadores especializados, los profesionales, sumaban más puntos que los no especializados.

Si bien los cerebros declinaban, quienes tenían su chanchito con más reserva cognitiva bajaban sus aptitudes más lentamente.

En términos de salud pública, el estudio llama a priorizar la inversión en educación, ampliar las oportunidades de actividades de ocio, y provocar a quienes trabajan en áreas de menor especialización para que se involucren en desafíos cognitivos, como la lectura.

Eso sí, advierte el informe, el estudio está limitado a personas que llegaron a los 69 años y pueden ser más saludables que la población general.

Pero el mensaje es claro. Y no solo para las autoridades de salud pública, sino que para cada uno de nosotros, adultos mayores o responsables de niños y jóvenes.

Hay chanchitos de greda cerebral que ir llenando, siempre.

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India lanzó este domingo al espacio un cohete con dos pequeños satélites que se adhirieron a una órbita inestable, quedando inutilizables para su uso, informó la Organización de Investigación Espacial de la India (ISRO).

Los satélites de la misión SSLV-D1 “ya no se pueden utilizar” por una “falla en la lógica para identificar un error del sensor e ir por una acción de rescate”, informó la organización en Twitter tras detectar irregularidades en la operación.

Poco después, el presidente de ISRO, S. Somanath, precisó en un comunicado que, pese a que todas las etapas previas se realizaron con normalidad, se detectó una anomalía a la hora de colocar los satélites en la órbita, ya que se instalaron sobre una órbita elíptica en vez de en una circular.

Los expertos se encuentran analizando el problema y esperan muy pronto, con algunas pequeñas correcciones, que ambos satélites se puedan volver a lanzar al espacio y completar la misión, que forma parte de la carrera espacial del país, a pesar de contar con recursos limitados.

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