Siempre peinado al viento, así se ve al perro ovejero patagónico o barbucho, mientras corretea tras las ovejas en las estancias. Los primeros ejemplares llegaron a Chile junto a los colonos y trabajadores escoceses e ingleses a fines del siglo XIX. La consigna, en esos años, era “si viene a trabajar y va a necesitar un perro, tiene que traerlo”.

Un reciente estudio —efectuado por un equipo interdisciplinario e internacional— los analizó genéticamente y realizó un maravilloso hallazgo: el barbucho es un eslabón perdido entre antiguas razas de trabajo extintas en Reino Unido y algunas razas modernas que hoy pertenecen a la familia de los collies.

“Para hacer una analogía, el perro ovejero patagónico es como la cepa Carmenere. Se creía que era una cepa europea extinta, hasta que un enólogo descubrió que se encontraba en Chile. Algo similar pasa con esta raza de perro: llegó a Chile para labores de pastoreo, pero sus ‘parientes' se extinguieron en el Viejo Continente. Durante 140 años su linaje se ha conservado, en parte, por el aislamiento de la zona y porque los dueños buscan que cumplan una función de pastoreo y no los cruzan para buscar un patrón estético”, dice Álvaro Fuenzalida, historiador, quien colaboró en la reconstrucción histórica para el estudio.

Violeta Tafra ha tenido contacto con estos perros desde pequeña. “Mi bisabuelo trabajó con ellos; mi abuelo, mi padre y ahora yo trabajamos con ellos. Ha acompañado al trabajo en la ganadería ovina en esta región desde 1876”, dice esta veterinaria de Tierra del Fuego.

Entonces no se hablaba de las razas como se conocen hoy, sino de familias. “Podrías decir que es de la familia de los collies, pero entonces no existían los border collies. Era un perro que se lo buscaba porque era bueno para trabajar. Los ovejeros lo ven como un perro cualquiera, que siempre ha estado acá. Los cachorros muchas veces se usaban para trueque”, añade.

Este hecho —dice Natasha Barrios, investigadora de la U. Austral de Chile y líder del estudio— contribuyó a que no se les haya seleccionado por su porte ni su pelaje, sino más bien por características relacionadas con el trabajo. “Eso también ha contribuido a su gran diversidad genética y que no presenten problemas derivados de una selección estética —como ciertas enfermedades— que sí están presentes en otras razas”, asevera.

Tafra, que trabaja con ellos, agrega que una de las características propias del barbucho es que sus pies están adaptados a caminar pisando el duro coirón de la Patagonia; otros perros ovejeros no pueden. “Es obediente, tranquilo y dócil. No son animales mordedores, como otros pastores, sino que persiguen a las ovejas y les ladran. Es un maratonista: se calcula que camina 10 veces más de lo que lo hace la oveja. Está todo el tiempo moviéndose”.

Patrimonio

Estudios previos habían profundizado en su morfología. “Se sabía que por sus características físicas comunes —fenotipo— podría ser considerado una raza local, pero aún faltaba un estudio genético”, dice Barrios.

Para ello el equipo de investigadores recorrió más de 14 mil kilómetros en las regiones de Aysén y Magallanes, para realizar mediciones y tomar muestras de 159 individuos.

Esas muestras se analizaron en EE.UU., donde investigadores del National Institute of Health en colaboración con investigadores locales realizaron un estudio genético que también consideró su comparación con 165 razas de perros actuales.

Así se concluyó que este perro es único. “Está directamente relacionado con los primeros perros traídos desde Inglaterra y, gracias a su aislación genética, pudo preservarse su linaje”, dice Barrios.

También se confirmó que los individuos tienen una diversidad genética amplia, lo que no pasa en razas en que se busca cruzar ejemplares que se parezcan. “Tú ves barbuchos con distintos mantos (color de pelaje) y de distinto largo, que va entre mediano y largo”, añade Tafra.

Con el estudio se confirma que pueden ser considerados una raza. “Hay instituciones que certifican qué es una raza y los criterios son morfológicos y, dentro de ellos, están los estéticos. Ellas deben definir si lo consideran una raza oficial internacional, pero desde nuestro punto de vista científico sí cumple con ser una raza local y, además, única en el mundo”, dice Barrios.

Tafra agrega: “Tenemos que protegerlos y cuidarlos. La gente acá lo ve como un perro cualquiera, sin raza, y por eso lo mira un poco en menos. Hay que valorizarlo porque es un tesoro único que tenemos”.

Ella cree que el Servicio Agrícola Ganadero debiera reconocerlo como raza, independiente de si el Kennel Club o la FCI (Federación Cinológica Internacional) lo hacen. “Según la ley ‘Cholito', las municipalidades podrían esterilizar a los barbuchos al no estar reconocidos como una raza oficialmente”, dice Tafra.

El estudio, publicado en la revista PLOS Genetics y financiado por la ANID, corrobora la creencia de que el barbucho es un verdadero reservorio genético. “El conocimiento de estas razas locales por las personas cumple un rol fundamental para su cuidado y preservación. Esta interesante raza local es parte de la cultura, de la tradición y de la historia, que nos entrega un conocimiento más al nexo colaborativo que siempre ha existido entre perro y humano”, agrega Barrios.

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Vitaminas, proteínas y minerales son algunos de los aportes nutricionales asociados a la leche y que no están siendo aprovechados por los chilenos: en el país se consumen menos de dos porciones de productos lácteos (leche, yogur, queso) al día por persona, según estadísticas del Ministerio de Salud; una cantidad por debajo de las tres porciones recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Este déficit en su consumo implica, además, dejar de recibir otros beneficios asociados a la leche. Estudios a nivel global muestran que puede prevenir ciertos tipos de cáncer, así como otras enfermedades.

“Existe evidencia de que el consumo de lácteos tendría un efecto protector frente a cáncer de colon y colorrectal. También habría un efecto similar en cáncer de mama y de vejiga, aunque se requiere más investigación”, cuenta el doctor Rodrigo Valenzuela, académico del Departamento de Nutrición de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.

A esto se suma que a partir de 2024 la leche, al igual que el pan, serán fortificados con vitamina D, para suplir el déficit de esta sustancia que afecta a más del 60% de la población.

“El consumo de leche es beneficioso de muchas formas y a lo largo de toda la vida”, precisa el doctor Nicolás Pizarro, del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) y parte del Comité Científico de Lácteos del Consorcio Lechero, entidad dedicada a “hacer investigación colaborativa y relevar información”, con el propósito de incentivar el consumo de lácteos.

Parte de estos beneficios están dados por el ácido graso linoleico conjugado (conocido como CLA), una sustancia funcional que “en estudios in vitro y en animales ha mostrado tener propiedades anticancerígenas”, dice Pizarro. Asimismo, tiene un efecto antiinflamatorio, antidiabetes y protector del sistema cardíaco, agrega.

Los lácteos fermentados, como el yogur, quesos y leche cultivada, “tienen un efecto en la modulación de la fisiología del colon y de la microbiota intestinal, lo que favorece el desarrollo de sustancias antiinflamatorias y, a largo plazo, anticancerígenas”, complementa Valenzuela.

Si bien un porcentaje de la población, que puede llegar al 50%, tiene algún grado de intolerancia a la lactosa (les impide ingerir el azúcar de la leche, causando molestias estomacales), la industria “se ha preocupado de generar productos sin lactosa”, dice Pizarro, quien agrega que los productos lácteos nacionales poseen altos estándares de calidad e inocuidad alimentaria (seguros para el consumo). “La leche de vaca producida en el sur de Chile, por su alto contenido de CLA y su buena relación omega3-omega6, tiene propiedades saludables que van más allá de los nutrientes que tradicionalmente poseen los lácteos”, puntualiza.

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