Millones de rusos estaban listos para ver el discurso del Presidente Vladimir Putin por el Día de la Victoria, pero varios de ellos notaron algo extraño en sus televisores. “La sangre de miles de ucranianos y cientos de niños asesinados está en sus manos”, decía un mensaje en la guía de canales. El hackeo fue la última muestra de que la guerra en Ucrania también se disputa en el ciberespacio, con ataques de lado y lado.

La frase que apareció en los smart TV rusos también lo hizo en las plataformas de Yandex, un gigante tecnológico del país que, como Google, tiene varios productos, entre ellos un buscador. Rutube, el equivalente ruso de YouTube, también se vio afectado.

No es el único sabotaje virtual que ha enfrentado Rusia, el cuarto país con mayor poder cibernético, según el National Cyber Power Index de la Universidad de Harvard. Ese índice, que estudia a 29 países, ubica a Ucrania en el lugar 25, por lo que no es de extrañar que los ataques que ha recibido Moscú no vengan solo del país vecino, sino que de miles de hackers de todo el mundo que respaldan a Kiev ante la invasión que comenzó el 24 de febrero.

Algunos de los hackeos han sido simples “ataques de denegación de servicio” (DDOS), en los que se bombardea con tráfico un sitio para saturarlo y hacerlo caer. Mientras que otros más sofisticados han robado información a agencias del gobierno ruso o aquellas cercanas al Kremlin.

Desde el comienzo de la guerra, decenas de organizaciones rusas —incluyendo agencias gubernamentales, compañías energéticas e instituciones financieras— han sido hackeadas, con terabytes de información robada y subida a internet. Los afectados han sido tan variados como Transneft, el operador de un oleoducto gigantesco cercano al gobierno de Putin; el Ministerio de Cultura ruso; la compañía energética bielorrusa Elektrotsentrmontazh y una sede de la Iglesia Ortodoxa Rusa, que ha respaldado la guerra.

Sitios especializados aseguran que la gran mayoría de las fuentes que entregaron la información robada son individuos anónimos, varios de ellos autodescritos como miembros del movimiento de activistas Anonymous. Otros dijeron ser parte de Network Battallion 65, otra organización de hackers. Anonymous le declaró la “guerra cibernética” a Putin por la invasión, y hace algunas semanas dijo que “intensificará los ataques contra el Kremlin”.

Los ciberataques también han ido dirigidos contra infraestructura, como el perpetrado en febrero por el grupo bielorruso “Cyber Partisans” que afectó a la red de trenes del país para, según dijeron, “limitar el traslado” de tropas rusas.

“Como hemos visto en todas las operaciones de los rusos últimamente, las fuerzas militares de Rusia han sufrido del descuido. Así también ha sufrido la infraestructura digital de Rusia. A causa de que no han invertido en sistemas de protección y procesos de recuperación, es difícil para los rusos defenderse de los numerosos ataques, como lo que pasó en el sistema de ferrocarril de Bielorrusia, aparte de los ataques que los ucranianos están coordinando a niveles estratégicos y tácticos”, dijo a “El Mercurio” Aaron Turner, de la firma de ciberseguridad californiana Vectra.

Los ataques también han salido en dirección contraria. A fines de abril, Microsoft reveló que al menos seis grupos vinculados al Kremlin realizaron casi 240 operaciones cibernéticas contra objetivos ucranianos. “Los ciberataques rusos han tenido una fuerte correlación, y a veces han coincidido directamente, con sus operaciones militares”, dijo el vicepresidente de la empresa, Tom Burt.

Una empresa de radiodifusión ucraniana, por ejemplo, fue hackeada el 1 de marzo, el mismo día que un misil impactó en una torre de TV en Kiev. También se detectaron varios e-mails maliciosos enviados a ucranianos en Mariúpol que aseguraban que el gobierno los había “abandonado”, justo cuando las tropas rusas asediaban la estratégica ciudad del sur ucraniano, que hoy está controlada totalmente por Moscú.

Algunos ataques han ido más allá, como uno al inicio del conflicto que dejó sin internet a decenas de miles de usuarios de módems satelitales en Ucrania y otras partes de Europa, y que autoridades de EE.UU. vinculan a Rusia, según CNN.

Otros han sido dirigidos hacia el sector energético. En abril, las autoridades ucranianas dijeron haber evitado un ciberataque ruso contra la red eléctrica que podría haber dejado a más de dos millones de personas sin energía. Expertos aseguraron que el ataque fue sumamente sofisticado y que usó varios malwares complejos, incluyendo algunos hechos específicamente para controlar sistemas de servicios públicos, lo que sugiere que fue planeado con tiempo.

Desde entonces, Moscú ha centrado sus esfuerzos en la zona este del país, pero persiste el miedo de que pueda volver a atacar las fuentes energéticas y generar un apagón generalizado, como los que vivió Ucrania en 2015 y 2016.

Hackers rusos también intentaron atacar los servidores que respaldaban la votación por internet en el festival Eurovisión que ganó Ucrania el fin de semana pasado. “Hubo varios ataques DDOS dirigidos contra la infraestructura de red durante las operaciones de voto”, dijo la policía de Italia —donde fue la final—, junto con asegurar que los sistemas de seguridad funcionaron.

“Creo que Ucrania es el mejor país de Europa para defender su red contra los ataques de Rusia. La razón por la que son tan buenos es que han aprendido mucho en los últimos 8 años, ya que Rusia los ha estado atacando constantemente”, dijo a este diario Mikko Hyppönen, experto de la firma de ciberseguridad finlandesa F-Secure.

Ataque masivo

Los múltiples ciberataques contra Ucrania no han provocado grandes daños hasta ahora, lo que deja abierta una duda: ¿Por qué Rusia no ha llevado a cabo un hackeo masivo?

Los expertos especulan con varias respuestas a esa pregunta. Algunos plantean que Moscú está analizando la situación y esperando el mejor momento para atacar, mientras que otros dicen que se debería a que las capacidades cibernéticas de Rusia han sido exageradas. En otras palabras, que no es que no quiera lanzar un ataque masivo, sino que no puede.

Los inesperados reveses que ha sufrido en el campo de batalla —propinados tanto por la resistencia ucraniana como por la entrega de equipo y armas a Kiev por parte de Occidente— también pueden haber tenido algo que ver, con una Rusia más enfocada en priorizar las acciones militares que las del mundo cibernético.

Otra opción es que la carta de un ciberataque masivo simplemente no haya estado en la baraja de Putin. “Un blitzkrieg cibernético total nunca tuvo mucho sentido y los investigadores de seguridad cibernética lo sabían de antemano. Los ataques cibernéticos no toman territorio, causan daños temporales y no son buenos para la coerción. Y recordemos que el plan inicial de Putin era tomar Kiev en una semana más o menos. Entonces, ¿por qué interrumpir los sistemas que se esperaba que estuvieran bajo el control ruso en un corto período de tiempo? Hoy, un par de meses después, los ataques cibernéticos finalmente se están usando a la par de los ataques con misiles, pero se aplica la misma lógica. Las operaciones cibernéticas no ayudan mucho a las operaciones en el campo de batalla y, por lo tanto, lo que vemos sigue centrado en gran medida en la subversión, el espionaje, la desinformación y los ataques destinados a desanimar a los civiles”, aseguró Christopher Whyte, experto en ciberseguridad de la Universidad de la Mancomunidad de Virginia, que ha trabajado con algunos de los más importantes think tanks de defensa estadounidenses.

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El Presidente ucraniano, Volodímir Zelenksi, dijo ayer que espera que su país obtenga en junio el estatus de país candidato a la Unión Europea (UE), después de que su par polaco, Andrzej Duda, le asegurara el apoyo de Polonia y el suyo personal.

En una rueda de prensa conjunta con Duda en Kiev, Zelenski afirmó que Ucrania pertenece a la comunidad europea desde hace mucho tiempo, pero que para entrar en la UE necesita “embajadores y amigos poderosos”. “Creemos que esto ocurrirá y contamos con el estatus de país candidato a la UE en junio”, dijo Zelenski, quien aludió al “discurso histórico” de Duda ante el Parlamento ucraniano, el primero de un líder extranjero desde el inicio de la invasión rusa, en el que el Presidente polaco aseguró que “Polonia apoya y apoyará a Ucrania”.

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A casi dos años y medio de su última edición presencial, debido a la pandemia del covid-19, la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos, que cita a cientos de líderes políticos, empresariales y activistas, ha vuelto a congregarse en Suiza, esta vez con la guerra en Ucrania como principal cuestión a discutir, así como otras crisis mundiales y sus consecuencias en el plano financiero.

“No será como otra reunión cualquiera”, dijo a The Associated Press el expresidente del foro Borge Brende, sobre la cita que comenzó ayer y que se prolongará hasta el próximo 26 de mayo, en la que espera que se discutan temas como los altos precios de los alimentos y los combustibles, el cambio climático, las sequías y la escasez de alimentos en África, el surgimiento de regímenes autoritarios y los persistentes efectos de la pandemia.

Aunque sin duda la guerra en Ucrania será la gran protagonista de la reunión, en la que hoy el Presidente Volodimir Zelenski se dirigirá a los invitados en un discurso inaugural, donde se espera que pida por la unidad del mundo en torno a su país y que se le ayude a facilitar una salida diplomática a la guerra.

El evento, que reúne a más de 2.500 asistentes, es una de las plataformas económicas más importantes, donde líderes mundiales buscan soluciones compartidas a los problemas financieros que afectan al mundo.

En esa línea, entre los presentes estarán el Canciller alemán, Olaf Scholz; el delegado estadounidense para temas climáticos, John Kerry; el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, entre otros. Mientras que desde América Latina habrá intervenciones de los presidentes de Perú, Colombia, Costa Rica y República Dominicana.

En la agenda empresarial, es probable que los debates se centren en la inflación, un problema que se ha visto agravado desde principios de 2022 por acontecimientos como la invasión rusa a Ucrania y las oleadas de confinamientos por el covid-19 que han estancado la recuperación, apunta Reuters. Mientras que desde el lugar de las organizaciones civiles se espera que la discusión se centre en la lucha contra el cambio climático, y que haya sesiones dedicadas a la preparación para nuevas crisis sanitarias.

En paralelo, el Foro Económico Mundial suspendió todas sus relaciones con Rusia, que desde hacía años estaba muy presente en el evento y que ahora no tendrá ningún representante, una exclusión que para Brende fue “la decisión correcta”. Además, simbólicamente se sustituyó la llamada Russia House (Casa Rusia) —un concurrido local habilitado cada año en Davos que concentraba la actividad del país—, por un Russia War Crimes House (“Casa de los Crímenes de Guerra de Rusia”), por iniciativa del gobierno ucraniano.

“Es difícil imaginar un escenario en el que los líderes empresariales o representantes gubernamentales rusos asistan a las reuniones en Davos. Esto ofrecería legitimidad a sus acciones y, como tal, sería un riesgo para Davos”, dice a “El Mercurio” Layna Mosley, experta en economía política de la Universidad de Princeton.

“Creo que uno de los principales objetivos de las sanciones de guerra es aislar a Rusia, incluso en foros económicos como las reuniones de Davos. Este aislamiento forzado impuesto a Rusia ciertamente tiene costos para posibles oportunidades comerciales en la región, pero estos costos son exactamente el propósito de las sanciones. En última instancia, las sanciones son una forma de guerra económica, destinada a infligir tanto dolor e incomodidad económica al país objetivo, en lugar de militar, incluso a costa de consecuencias negativas para la población local (o incluso para los países que las imponen). Es probable que solo esos costos locales ejerzan suficiente presión sobre Rusia para inducirla a revisar su camino nocivo en Ucrania”, señala a este diario Paolo Pasquariello, profesor de Finanzas de la Universidad de Michigan.

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