Los desastres naturales climáticos se han multiplicado en los últimos cincuenta años, según revela un informe elaborado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM). La situación es incluso peor en Chile, según el director del Centro de Investigación para la Gestión Integrada de Desastres (Cigiden), Rodrigo Cienfuegos.

“El número acumulado de desastres por inundaciones y aluviones se multiplicó por más de 30 veces en 50 años. Las tormentas se han quintuplicado en el mismo período, mientras que los incendios forestales y eventos de temperaturas extremas casi no se evidenciaban hace medio siglo”, asegura.

Cita como referencia el Centro para la Investigación de Epidemiología de Desastres (EM-DAT) de la U. Católica de Lovaina, Bélgica, que lleva el registro de todos los eventos catastróficos por país. Se consideran bajo esta clasificación aquellos en que se han producido más de 10 víctimas fatales, han afectado a más de 100 personas, han obligado a declarar estado de emergencia o demandado ayuda internacional.

Es así como entre 1970 y 2019 se han registrado en Chile 40 inundaciones, aluviones o deslizamientos de terreno catastróficos, 14 grandes tormentas, 12 megaincendios forestales y 9 episodios de calor extremo, en su mayoría en las últimas décadas. “Las estadísticas muestran que desde los años 80 y 90 esto ha ido aumentando con una pendiente más fuerte”, asevera.

A nivel mundial, el reporte de la OMM evidencia que el mundo sufre entre cuatro y cinco veces más desastres naturales debido al clima y que causan siete veces más daños que en los 70.

Pero matan a mucho menos gente. En las décadas de 1970 y 1980 causaron la muerte de una media de 170 personas al día en todo el mundo. En la década de 2010, esa cifra cayó a unos 40 al día, revela el informe publicado ayer, que analizó más de 11.000 catástrofes del último medio siglo.

“En Chile los desastres han tenido un impacto controlado en el número de personas fallecidas, pero empezamos a tener cada vez más impacto económico y sobre la infraestructura. Y ahí es donde se conecta la gestión del desastre con la adaptación al cambio climático”, sostiene el director del Cigiden.

“En términos de los sistemas de alerta, en especial aluvionales o de crecidas e inundaciones rápidas en zonas de cordillera, tenemos que hacer más. En el tema de fenómenos climáticos estamos más atrás que en los terremotos”, advierte.

Es así como si bien hoy es posible anticipar las tormentas, en aspectos como el caudal que va a escurrir en una quebrada todavía faltan sistemas que permitan monitorearlo.

En su opinión, el riesgo se debe controlar sobre todo a través de la planificación urbana y territorial. “En las quebradas podemos delimitar las áreas inundables, pero nuestros instrumentos de planificación urbana y territorial no reconocen hoy las redes de drenaje natural y tampoco definen los usos que se pueden permitir en esas áreas”.

En la década de 1970, el mundo registró una media de 711 desastres climáticos al año, pero entre 2000 y 2009 la cifra subió a 3.536 al año o casi 10 al día, según el reporte, que también utilizó datos del EM-DAT, pero que no analizó por país.

Más caros

El número medio de desastres anuales bajó un poco en la década de 2010, a 3.165, indicó el informe.

Más del 90% de los más de dos millones de muertes se produjo en lo que la ONU considera como países en desarrollo, mientras que casi el 60% del daño económico ocurrió en países más ricos.

En la década de 1970, los desastres meteorológicos costaban unos 175.000 millones de dólares al año (con datos ajustados a dólares de 2019, según la ONU). Ese volumen creció a 1,38 billones de dólares al año en la década de 2010.

Los cinco desastres meteorológicos más caros desde 1970 fueron tormentas en Estados Unidos, liderados por el huracán Katrina de 2005. Las cinco catástrofes con más muertos ocurrieron en África y Asia, encabezadas por la sequía y hambruna de Etiopía a mediados de 1980 y el ciclón Bhola en Bangladesh en 1970.

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Un frasco contiene varias dosis; una vez abierto se deben usar en las siguientes horas. AP

Al menos 15 millones de dosis de vacunas contra el covid-19 fueron botadas en Estados Unidos desde el 1 de marzo, anunció el medio NBC, citando información obtenida de las autoridades sanitarias de ese país.

El número de dosis desperdiciadas fue reportado por los estados o las farmacias que administran las vacunas a los CDC, principal agencia federal de salud pública del país.

Se trata probablemente de un subregistro, ya que faltan varios estados o agencias federales en los datos.

Los motivos para tirar dosis pueden ser diversos: fecha de caducidad rebasada, error de dilución, problemas de refrigeración, frascos fisurados, entre otros.

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Uno de cada siete jóvenes puede presentar síntomas relacionados con el coronavirus meses después de dar positivo en la prueba de covid-19, según afirmaron ayer los autores de un estudio inglés sobre el covid prolongado en menores.

Los menores de edad rara vez enferman gravemente de covid-19, pero pueden sufrir síntomas persistentes, y el estudio es uno de los mayores de este tipo sobre la frecuencia del llamado covid prolongado en este grupo de edad.

El estudio, dirigido por el University College de Londres y Public Health England, y que no ha sido revisado por pares, descubrió que los jóvenes de 11 a 17 años que dieron positivo en las pruebas del virus tenían el doble de probabilidades de presentar tres o más síntomas 15 semanas después que los que habían dado negativo.

Los investigadores encuestaron a 3.065 jóvenes de 11 a 17 años de Inglaterra que dieron positivo en una prueba de PCR entre enero y marzo, y a un grupo de control de 3.739 jóvenes de 11 a 17 años que dieron negativo en el mismo período.

Entre los que dieron positivo, el 14% declaró tres o más síntomas, como cansancio inusual o dolores de cabeza, 15 semanas después de la infección. En el grupo de control, el 7% expresó síntomas.

Los investigadores afirmaron que, aunque los resultados sugerían que hasta 32.000 adolescentes podrían haber tenido múltiples síntomas relacionados con el covid-19 después de 15 semanas, la prevalencia de este mal prolongado en el grupo de edad era menor de lo que algunos temían el año pasado.

“En general, es mejor de lo que la gente habría supuesto en diciembre”, dijo el profesor Terence Stephenson, del Instituto de Salud Infantil de la UCL Great Ormond Street.

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La Organización Mundial de la Salud (OMS) está analizando una nueva variante del coronavirus, denominada Mu, que fue identificada por primera vez en Colombia el pasado mes de enero y de la que ya se han notificado casos en países de Sudamérica y Europa.

La variante Mu, según ha detallado el organismo de Naciones Unidas, tiene una constelación de mutaciones que indican propiedades potenciales de escape inmunológico. De hecho, los datos preliminares presentados al Grupo de Trabajo sobre la Evolución del Virus muestran una reducción de la capacidad de neutralización de las vacunas y de los vacunados, similar a la observada en la variante Beta, si bien la OMS asegura que esto debe ser confirmado por otros estudios.

Además, y aunque la prevalencia global de la variante Mu entre los casos secuenciados ha disminuido y actualmente está por debajo del 0,1%, la OMS ha avisado que la prevalencia en Colombia (39%) y Ecuador (13%) ha aumentado sistemáticamente.

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Investigadores de la Cleveland Clinic, en EE.UU., han diseñado un brazo biónico para pacientes que han perdido una de sus extremidades superiores, que permite a los usuarios pensar, comportarse y funcionar como una persona sin amputación.

El equipo desarrolló el sistema biónico que combina tres funciones importantes, como son el control motor intuitivo, la cinestesia táctil y de agarre y la sensación intuitiva de abrir y cerrar la mano, tal y como se explica en el estudio publicado en Science Robotics.

“Modificamos una prótesis estándar con este complejo sistema biónico, que permite a los pacientes mover su brazo protésico de manera más intuitiva y sentir sensaciones de tacto y movimiento al mismo tiempo”, dice Paul Marasco, profesor del Departamento de Ingeniería Biomédica del Instituto de Investigación Lerner de la clínica e investigador principal del proyecto. “Estos hallazgos son un paso importante para brindarles a las personas con amputación la restauración completa de la función natural del brazo”, agrega.

El sistema es el primero en probar las tres funciones sensoriales y motoras en una interfaz neuronal de una sola vez en un brazo protésico. La interfaz se conecta con los nervios de las extremidades del usuario, lo que permite a los pacientes enviar impulsos nerviosos desde sus cerebros a la prótesis cuando quieren usarla o moverla, y recibir información física del entorno y transmitirla a su cerebro a través de sus nervios.

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