Hijo de prósperos comerciantes de Baviera (Alemania), Rudolf Hess nació en 1894 en Alejandría, Egipto, donde la familia tenía negocios. Era el mayor de tres hermanos (en la foto, con su madre, Clara Münch, en 1895). A los 14 años fue enviado a estudiar en un internado en Alemania y prosiguió sus estudios en una escuela de Comercio de Suiza. A semanas de estallar la Primera Guerra Mundial (agosto de 1914), se alistó en el regimiento de Baviera. Participó en batallas, fue herido en más de una ocasión y fue ascendiendo de grado.

Rudolf Hess se unió en 1920 al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (Nazi). Fue su miembro Nº 16. No buscó poder ni acumular riqueza personal; solo lo motivaba su lealtad a Hitler, quien lo nombró “lugarteniente”, con autoridad y poder para representarlo. Aunque es descrito como un hombre que nunca pretendió protagonismo, su aterrizaje e intento de paz con el Reino Unido fue el momento que él consideró como máximo motivo de orgullo en su vida. ¿Cómo era Hess puertas adentro? Un hipocondríaco que continuamente consultaba a los médicos por supuestos problemas de salud. Vegetariano, no fumaba ni bebía; gustaba de la música y la lectura, y tenía un especial interés en la astrología, la clarividencia y el ocultismo.

En Múnich, en 1918, entrenó como piloto y fue asignado a un escuadrón de combate. Sin embargo, no alcanzó a participar en acción alguna, pues la guerra terminó en noviembre de ese año. Alemania había perdido, y en diciembre el ejército lo dio de baja.

En octubre de 1940, Hess comenzó a entrenar en un Messerschmitt Bf 110, un bimotor alemán, preparando el vuelo hacia Escocia. Luego de tres intentos fallidos por el mal tiempo, el 10 de mayo de 1941 despegó a las 17:45 horas desde el campo de aviación de Augsburg-Haunstetten (sur de Alemania) con destino a Dungavel House (en la foto), residencia de verano de los duques de Hamilton, en Escocia. Consigo llevaba dinero, una linterna, una cámara, mapas, gráficos y 28 medicamentos diferentes para sus dolencias reales o imaginarias. Durante el vuelo fue detectado por radares británicos y perseguido por aviones de la Real Fuerza Aérea británica. Tras dar varias vueltas buscando dónde aterrizar, la aeronave quedó sin combustible. Entonces no tuvo más opción que saltar en paracaídas antes de estrellarse. geogroup.co.uk

Se supone que Hitler no estaba enterado del plan de Hess. Por eso, antes de volar hacia Escocia, este le dejó una carta en la que detallaba sus intenciones. El 11 de mayo, al día siguiente del vuelo, el Führer la recibió cuando estaba en su residencia de descanso, Berghof (en la foto), en Obersalzberg (Alpes Bávaros, sureste de Alemania). Al leerla, sus gritos de ira se escucharon por todo el recinto. Temió que pudiera estar incubándose un golpe de Estado en su contra. También, que sus aliados, Italia y Japón, creyeran que el acto de Hess era un intento de abrir secretamente negociaciones de paz con los británicos, por lo que contactó a Mussolini para asegurarle lo contrario y se encargó de que la prensa retratara a Hess como un loco, que había tomado una decisión delirante sin su consentimiento. Despojó a Hess de sus rangos y ordenó que lo ejecutaran si se atrevía a regresar a Alemania. Años después, Churchill reconfirmaría en su libro “The Grand Alliance” que la misión de Hess no fue autorizada por Hitler y que se trató de una “benevolencia lunática”.

Mientras su avión se estrellaba a 19 km al oeste de Dungavel House (en la foto), él aterrizó en paracaídas, pasadas las 23:00 horas, en un campo al sur de Glasgow. Fue descubierto por David McLean, quien lo ayudó, lo llevó a su casa, pero también contactó a las autoridades. Una unidad de defensa llegó a buscarlo y él solo pidió que lo contactaran con el duque de Hamilton. Este, en su calidad de comandante de la Real Fuerza Aérea, estaba de guardia en un centro de operaciones del mismo sector y llegó a la mañana siguiente. No era la primera vez que los dos se encontraban; habían coincidido en los Juegos Olímpicos de Berlín, en 1936. Hess le explicó que venía en una “misión humanitaria” y que Hitler “deseaba detener la lucha” contra su país. Hamilton le advirtió que él no tenía autoridad para discutir las propuestas alemanas y se marchó sin prometer nada. Pero sí se reuniría con Churchill, quien se limitó a responder: “El gusano está dentro de la fruta”. Conclusión: la propuesta de Hess no dio frutos y su misión fracasó rotundamente.

El regreso a trabajar en la empresa familiar no fue fácil. La fortuna de la compañía Hess & Co. se había diluido, porque sus negocios en Egipto habían sido expropiados por los británicos. Tenía unos 24 años cuando se unió a la Sociedad Thule, grupo antisemita que patrocinaría al Partido Obrero Alemán, más tarde convertido por Adolf Hitler en el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (Partido Nazi). Entre otros requisitos, dicha sociedad exigía que sus miembros jurasen que por sus venas y las de su mujer no corría sangre judía ni negra. En esos años también estudió Historia y Ciencias Económicas en la U. de Múnich, donde conoció a Karl Haushofer (ambos en la foto), profesor de Geopolítica y uno de los principales ideólogos del Lebensraum (espacio vital), política colonizadora que el nazismo adoptó como principio.

Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial (septiembre de 1939), Hess seguía interesado en volar y pidió a Hitler unirse a la fuerza aérea, pero este se lo prohibió. Paulatinamente fue sintiendo que el Führer lo apartaba de su círculo más estrecho y de las decisiones más importantes sobre la conducción de la guerra. Así, Hitler nombró como su segundo a Martin Bormann, relegando a Hess. Pero este no quiso quedarse atrás. Preocupado de que Alemania enfrentara una guerra en dos frentes —la invasión a la Unión Soviética (Operación Barbarroja), programada en secreto para junio de 1941, simultáneamente con la pugna con el Reino Unido—, Hess comenzó a planear por su propia cuenta un entendimiento con los británicos.

La temeraria acción de Hess no cambió los planes de Hitler: un mes y 12 días después de ese vuelo a Escocia, los alemanes pusieron en marcha la Operación Barbarroja, que consistía en invadir la Unión Soviética. El espionaje británico había alertado a la URSS del inminente ataque alemán, pero Stalin no atendió las advertencias, creyéndolas un intento desesperado de Churchill para motivarlo a entrar en la guerra junto a los aliados. El ataque, que sorprendió a los soviéticos, se desarrolló entre el 22 de junio y el 5 de diciembre de 1941, y aunque inicialmente los alemanes lograron conquistar parte del territorio, la llegada del invierno, para el que no estaban preparados, los golpeó brutalmente, mientras el Ejército Rojo se batía con ferocidad desesperada. “Barbarroja” concluyó en desastre y retirada para los alemanes. Esta primera gran derrota hitlerista marcó el punto de inflexión de la guerra en el escenario europeo.

En 1920, con 26 años, escuchó por primera vez un discurso de Adolf Hitler y desde entonces su apoyo hacia él fue incondicional. Prueba de eso, en noviembre de 1921 resultó herido cuando lo protegió de la explosión de una bomba colocada por un grupo marxista. En 1923 fue enviado a prisión por su papel en el intento de golpe de Estado liderado por Hitler, el “Putsch de Múnich” (8 y 9 de noviembre de 1923). En ese período de cautiverio, Hitler escribió “Mi lucha”, la que dictó a sus compañeros de prisión Hess y Emil Maurice. Publicado entre 1925 y 1926, sería el documento base del nacionalsocialismo alemán.

En la foto, con su hijo, Wolf Rüdiger Hess, llamado así en honor a Hitler, quien solía usar el nombre “Wolf” como clave.

¿En quién confiaba Hess? En Albrecht Haushofer, hijo de su profesor de la U. de Múnich. Le pidió su consejo y contactos en el Reino Unido. La carta a jugar sería el escocés Douglas Douglas-Hamilton, 14º duque de Hamilton (en la foto), un personaje influyente, cercano a la familia real y miembro de la Cámara de los Lores. Además de su fama como avezado aviador por ser uno de los primeros en sobrevolar el monte Everest, Haushofer y Hess creían que era un líder opositor a la guerra con Alemania y podría ayudar a negociar la paz con Winston Churchill. Por encargo de Hess, Haushofer le escribió al duque en septiembre de 1940, proponiendo que ambos se reunieran en la neutral Portugal para discutir un posible acuerdo germano-británico, por el cual Alemania controlaría Europa continental y Gran Bretaña conservaría su imperio, intacto y fortalecido. Pero dicha carta, carente de realismo, fue interceptada por el servicio secreto británico, el MI5. Pese a no recibir respuesta, Hess decidió continuar con su plan: volar a Escocia y reunirse con el duque.

Hitler nombró a Hess su secretario privado, y fue también su amigo y confidente. Erigido en miembro destacado del Partido Nazi, cuando Hitler asumió como canciller del Reich en 1933, Hess pasó a integrar el gabinete, como responsable de los departamentos de Asuntos Exteriores, Salud, Educación, Finanzas y Legislación. Sus atribuciones especiales incluían las de adoptar medidas despiadadas si lo consideraba necesario, desde enviar a alguien a un campo de concentración hasta ordenar su asesinato. Hess apoyó activamente el antisemitismo y el Holocausto y fue corresponsable de leyes que prohibieron el matrimonio entre alemanes no judíos y judíos, y privaron a los no arios de su ciudadanía alemana. En la foto, con su hijo, Wolf Rüdiger Hess, y Hitler, padrino del niño.

En la universidad conoció a Ilse Pröhl, quien arrendaba una pieza en la misma pensión. En 1927 se casaron y diez años después tuvieron un hijo, Wolf Rüdiger Hess. Con Ilse gustaba de salir a caminar y escalar montañas.