Si algo tuvo de bueno la pandemia, fue haber visibilizado las dobles y hasta triples jornadas a las que se enfrentan a diario millones de mujeres en Chile y el mundo. Acostumbradas culturalmente a que el peso de lo doméstico —desde hacer el aseo hasta bañar niños— caiga sobre sus hombros, el cierre de colegios, salas cuna y jardines infantiles las convirtió además en profesoras suplentes. Muchas se vieron obligadas a dejar de trabajar de manera remunerada. Y todos los medios de comunicación comenzaron a hablar sobre cómo las mujeres se habían convertido en las principales víctimas de la pandemia de covid-19 y sus efectos colaterales.

—Es un fenómeno global, no solo chileno o latinoamericano. Tengo recortes de prensa de todo el mundo sobre esto y me acuerdo perfecto de un titular del diario inglés The Guardian que decía: Efecto inesperado de la pandemia: los hombres descubrieron el trabajo no remunerado —ironiza la economista Paula Poblete, directora de Estudios de ComunidadMujer.

Pero que la sobrecarga que enfrentan las mujeres sea cada vez más evidente y visible no necesariamente ha aliviado en algo su día a día. Según Paula Poblete, si antes de la pandemia las mujeres hacían 2,5 veces más cosas en la casa que los hombres, en pandemia esa realidad bajó solo a 2,2. Y el Hombre Cero, ese que no hace nada en la casa —es decir, ni siquiera “ayuda”—, dejando todo a cargo de la mujer, aún mantiene su reinado en muchas familias. Así al menos lo demuestra un estudio realizado por el Centro UC de Estudios y Encuestas Longitudinales, en conjunto con ONU Mujeres y el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, donde se encuestó a más de 1.600 hogares en todo el país.

Según sus hallazgos, pesquisados en julio —es decir, con las cuarentenas en su peak—y confirmados con nuevas encuestas en los dos meses siguientes, el 38% de los hombres reconoce destinar cero horas semanales a tareas domésticas comunes, como cocinar, hacer aseo o lavar ropa. Ni una sola hora, de lunes a domingo. El 57%, es decir, más de la mitad, dedica cero horas a tareas relacionadas con el cuidado de niños menores de 14 años, como bañarlos, darles comida o llevarlos al médico. Y el 71%, invierte cero horas en el apoyo de las tareas escolares de sus hijos. Esta última cifra es, para Paula Poblete, simplemente “escalofriante”.

—En términos generales, los estudios muestran que, en Chile, solo uno de cada diez parejas se reparte el trabajo de la casa de manera equitativa. Estas cifras incluyen a las mujeres que no trabajan de manera remunerada. Pero lo que se ve es que incluso cuando tienen un empleo, las mujeres hacen el doble de trabajo doméstico que los hombres —puntualiza Paula Poblete, de ComunidadMujer.

Claramente, para el Hombre Cero el concepto de corresponsabilidad no está en su radar. Pero este hombre tampoco parece estar muy presente a la hora de involucrarse con sus hijos en actividades de tipo lúdico, que podrían parecer más atractivas. En las preguntas sobre jugar con sus niños o hacer actividades como leerles cuentos o armar rompecabezas, se repite el mismo patrón: 54% de los hombres no hace nada de eso, ni siquiera durante los fines de semana.

—Si alguien dedica cero horas a todas estas cosas, significa que hay alguien en el hogar que las está haciendo —comenta David Bravo, economista y director del centro de la UC, aludiendo a la desigual distribución de tareas en el hogar. Para Bravo, la magnitud de las brechas en este ámbito, reflejada en su encuesta, es simplemente “grosera”.

—A mí los resultados me sorprendieron. Estamos en una época en la que la gente ha estado más de lo habitual en la casa y mi expectativa era que la brecha se hubiera reducido, que se hubieran generado buenas prácticas en ese sentido. Pero lo que vemos es que hay varias familias en las que, dentro de la pandemia, la brecha incluso ha crecido. Todos nos espantamos frente a estas cifras, pero son una dosis de realidad —acota.

Carolina Cuevas, subsecretaria de la Mujer, también esperaba estadísticas más alentadoras.

—Estos resultados han sido decepcionantes —reconoce—. Pensábamos que la pandemia sería una oportunidad para avanzar en materia de corresponsabilidad, que los hombres descubrirían y valorarían la doble carga de labores de la casa y de cuidado que tienen las mujeres y que han permanecido invisibles para ellos. Pero que el 71% de los hombres dedique cero horas al apoyo escolar, además de hablar de la falta de responsabilidad de un padre con sus hijos e hijas, habla de un desequilibrio de poder y de privilegios dentro del hogar. Se les muestra a los niños, niñas y adolescentes que el tiempo de trabajo remunerado, de ocio y de descanso del padre vale más que el de la madre, perpetuando así roles y estereotipos. Mientras más corresponsabilidad promovemos e implementamos, más espacio hay para el respeto y menos para la violencia.

Ni viejo ni pobre

Pero, ¿dónde está este hombre cero? ¿Se concentrará más en los estratos bajos, con menor nivel de educación? ¿O en las personas de más edad, acostumbradas a un sistema de vida con roles de género más conservadores? En pleno auge del movimiento feminista, ¿aguantan las mujeres más jóvenes a un hombre cero como pareja?

En forma exclusiva para Revista Ya, David Bravo realizó el desglose de los resultados de su estudio, para buscar dónde está este hombre que no destina ni la más mínima parte de su tiempo a las tareas de la casa. Los resultados no dan para confirmar los prejuicios: si bien hay diferencias, finalmente el hombre cero está en todas partes en una alta proporción.

—El porcentaje de hombres cero va cayendo cuando aumenta el nivel de ingreso, pero de todos modos sigue siendo alto en todos los quintiles —acota Bravo. ¿Cuáles son las cifras? En los dos quintiles más bajos (con ingresos per cápita de menos de $62.090 y $106.214 mensuales), el porcentaje de hombres cero llega a 38,8% y 36.6%, respectivamente. Pero en el quintil superior, con ingresos de más de $301.742, alcanza un no menor 20,4%.

La edad tampoco parece ser un factor demasiado condicionante. La mayor cifra de hombres cero se concentra entre los 15 y los 24 años, edad en la que muchos están estudiando o aún no se han independizado: ahí llegan al 37,1%. Luego, entre los 25 y los 44 años, se mantienen entre el 23 y el 24,9%, para subir, después de los 55 años, a 35,6%. Es decir, efectivamente hay una menor proporción de hombres cero entre los adultos jóvenes, pero aún se mantiene dentro de un margen lo suficientemente alto como para afectar negativamente a la mujer.

Paula Poblete acota:

—A veces se dice que el trabajo del hombre genera más ingresos para el hogar y que, por eso, ese trabajo hay que cuidarlo más. Por eso hemos visto en pandemia, por ejemplo, que el mejor espacio para trabajar de la casa lo usan los hombres, mientras que las mujeres que teletrabajan terminan instalándose en el comedor, donde los niños les preguntan cosas y exigen atención todo el tiempo. Sería interesante ver si, cuando es la mujer la que gana más, ella puede desentenderse de las tareas de la casa como lo hace el hombre cero. Me permito dudar.

Una opinión similar tiene la subsecretaria de la Mujer, Carolina Cuevas.

—Esta es una barrera cultural que es urgente derribar —opina—- Aunque las mujeres trabajen también remuneradamente a distancia, finalmente son ellas las que se ocupan por más tiempo de la casa y los niños, para que la pareja o el marido pueda atender tranquilo sus videollamadas de trabajo. Porque aún es mal visto en muchas empresas que sean los hombres quienes se encarguen del cuidado de sus hijos e hijas. Mientras un gerente general no aparezca con su guagua en una videollamada o interrumpa una reunión para atender a sus hijas, el resto de los hombres de la empresa tampoco lo hará.

El doble discurso

Pero quizás lo más sorprendente que revela este estudio, es el doble discurso que existe frente a los roles y estereotipos: según confirma David Bravo, el hombre cero está muy presente incluso en familias donde los adultos están “en desacuerdo” o “muy en desacuerdo” con ideas como que “es propio de las mujeres encargarse de los quehaceres del hogar”, que “lo natural” es que las hijas mujeres se hagan cargo de los adultos mayores y que “el lugar adecuado” para la mujer es “en su casa, con su familia”.

La economista Paula Poblete tiene una explicación para esto.

—Habrá hombres que se sienten orgullosos de no hacer nada en la casa; quedan algunos para los que el machismo es motivo de orgullo. Pero en general no es que los hombres estén guiados por un plan maléfico; esto no es maldad, es solo que así han estado socializados y eso es lo que tenemos que trabajar por cambiar —opina—. Tenemos que ir haciéndoles ver que, así como las mujeres hemos ido aprendiendo a entrar en el espacio público, ellos tienen que ir aprendiendo a entrar en el privado.

Según explica la economista, los estudios muestran que incluso el hombre que participa en alguna medida en las tareas de la casa tiende a sobreestimar su aporte real:

—Desde chicas, las mujeres aprendemos todo lo que implica hacerse cargo de la casa; sabemos que no es automático que la ropa se ensucie y después esté planchada y guardada en el clóset. Como los hombres se han metido poco en todo esto, no saben lo que significa realmente. Creen que haciendo dos o tres cosas ya hicieron la mitad de la pega.

María Inés Salamanca, coordinadora de ONU Mujeres en Chile, agrega:

—Las crisis solo nos han demostrado que, pese a los avances, a la mayor educación de las mujeres, su mayor participación laboral y su mayor participación pública, las desigualdades siguen presentes y de manera muy profunda. Con el covid, casi “naturalmente” las mujeres asumieron, o se les endosaron, las tareas domésticas y de cuidados (…). Sin embargo, ellas siempre han estado a cargo de estas responsabilidades y manteniendo una “carga mental” permanente de la que nunca se sustraen. Incluso en sus puestos de trabajo están preocupadas de, por ejemplo, las horas médicas, las tareas escolares, coordinar o hacer las compras, definir las comidas, etc.

Para intentar cambiar en algo este escenario, ONU Mujeres ha impulsado una campaña que se resume en tres conceptos: reconocer la necesidad de contar con una red de cuidados que apoye la inserción laboral de la mujer, redistribuir de manera más equilibrada el trabajo no remunerado y reducir la carga para ellas.

—Los hombres “ayudadores” no son un motivo de felicitaciones. Hoy eso no alcanza, no es suficiente. Se requiere de hombres que asuman que las tareas del hogar y de cuidados son también sus tareas —puntualiza María Inés.

Desde el gobierno, por su parte, se han hecho algunos esfuerzos para revertir esta situación. Según cuenta la ministra Mónica Zalaquett, hace poco el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género lanzó una Guía Paso a Paso hacia la Corresponsabilidad, que se puede ver en su sitio web e incluye un test “para reconocer quién tiene más responsabilidades domésticas y de cuidado, para repartirlas de manera más equitativa”. Además, recalca que como ministerio están trabajando en que se certifique la norma 3262, de igualdad de género y conciliación de la vida laboral, familiar y personal. Además, llama a trabajar para que, desde la primera infancia, “las personas sepan que no existen roles asignados por género”.

—Es increíble, para los tiempos que corren, que muchos hombres todavía declaren que dedican cero horas a las tareas domésticas o al cuidado de niños —comenta—. Más aún cuando vemos que miles de mujeres, durante la pandemia, debieran teletrabajar, coeducar, hacerse cargo de las responsabilidades de la casa. Un exceso de responsabilidades que, además, las ha afectado en lo anímico y en su salud mental.

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