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Observar, hacerse preguntas, desarrollar hipótesis, comprobarla o refutarla. En suma, generar y aplicar nuevos conocimientos es la base del trabajo que desarrollan quienes tienen el grado de doctor (PhD).

Se trata de profesionales con formación de excelencia en distintos ámbitos del saber, capacitados para —explica Aisén Etcheverry, directora nacional de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID)— “dar respuesta a los desafíos que enfrenta un país. Es mediante el estudio y la investigación que se pueden abordar temas prioritarios como el envejecimiento poblacional, el cambio climático o bien, hacer frente a crisis emergentes, como la pandemia del coronavirus”.

En efecto, la bioquímica y Doctora en Nutrición y Alimentos e investigadora del INTA, Angélica Reyes, señala que “el desarrollo de una vacuna para el SARS-CoV-2 descansa sobre el conocimiento básico desarrollado acerca de la naturaleza de los virus, su forma de replicarse y las condiciones necesarias para su transmisión y sus efectos en el organismo”.

Así, la pandemia dejó en evidencia que no es posible generar nuevo conocimiento aplicado sin que previamente exista conocimiento básico sobre el tema.

Coincide Rayén Condeza, Doctora en Comunicaciones, Université de Montréal, profesora asociada de la Facultad de Comunicaciones UC e investigadora adjunta COES, al señalar que el ejercicio de buscar respuestas a problemáticas complejas “demanda no solamente rigor y recurrencia al método científico, sino creatividad y que nos apoyemos en los conocimientos generados por la comunidad científica de pertenencia, porque crear más conocimiento es, a la larga, una acción colectiva, que beneficia a la sociedad y al entorno”.

Alinear necesidades

Para ello es clave que las investigaciones estén en línea con los requerimientos de la industria. Esto es algo que en la Fundación Copec-UC tienen claro, pues fomentan la innovación y el desarrollo principalmente en los sectores de los recursos naturales.

Para María Angélica Fellenberg, Doctora en Ciencias de la Agricultura y presidenta del Consejo Consultivo de la entidad, es clave que los doctores estén insertos en la industria, pues así “conocen desde dentro las necesidades del país y las brechas de innovación que deben cerrar”.

“Cuando las personas con grado de doctor entran a la industria, pueden generar cambios sustantivos en la matriz productiva, ya que pueden innovar en procesos, nuevos productos y nuevos desarrollos”, sentencia.

En esta dirección, señala Aisén Etcheverry, el desafío es que el sector productivo incremente sus actividades de I+D y en esto, los profesionales con grado de doctor son “un elemento clave para conducir proyectos, fortaleciendo las capacidades de investigación, desarrollo e innovación de las empresas, haciéndolas más productivas y competitivas en el contexto global. Todo esto resulta vital para instalar capacidades de innovación o absorción tecnológica en el sector productivo”.

Es que para avanzar hacia el desarrollo es primordial que Chile pase de un modelo extractivo de materias primas a uno que agregue valor a sus productos. Es decir, ejemplifica Mauricio López, PhD Georgia Institute of Technology y profesor asociado de la Facultad de Ingeniería UC, pasar de solo exportar concentrado de cobre a “generar conocimiento local que desarrolle tecnologías que solucionan problemas. Así, el valor que agregamos es muy superior al de aportar con los ingredientes de la solución”.

“Chile requiere ampliar su matriz productiva desde materias primas a soluciones completas a problemas de las personas. Eso no se hace solo con ganas, sino con conocimiento”, asevera el académico.

Bienestar

Dar respuesta a problemas de la sociedad no solo redunda en más desarrollo, sino también en mayor bienestar para la sociedad. Así, ejemplifica Rodrigo Castro, Doctorado en Ciencias Silvoagropecuarias y Veterinarias y docente de la Universidad Santo Tomás, sede Talca, se puede aportar en ámbitos tan relevantes como mejora de los procesos productivos, inocuidad de alimentos, acceso al agua, adaptación a los cambios medioambientales, calentamiento global, control de enfermedades y uso eficiente de la energía.

Complementa Patricia Martínez, Doctora en Ciencias de la Ingeniería, académica de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Valparaíso, al señalar que “el cambio de la cultura productiva del país, alineado con la necesidad de desarrollo sustentable, la transición hacia la economía circular, así como la descarbonización de la economía, tienen claros beneficios económicos y sociales”.

“Hoy la investigación en estas áreas son focos prioritarios en las líneas de financiamiento de las agencias o instituciones que asignan fondos para el desarrollo de I+D+i, por tanto se está generando investigación local para responder a estos desafíos país: valorización de residuos; aumento de la ecoeficiencia; eficiencia del uso de recursos; eficiencia energética; cuantificación, monitoreo y reducción de huella de carbono y huella de agua; identificación de indicadores sociales asociados a lo anterior; por mencionar algunos de los ejes de investigación que presentan gran interés actualmente, permitirán mejorar la calidad de vida de las personas, y de la sociedad en general. Se espera, además, a través de estos procesos de innovación en sistemas productivos, se generen nuevas fuentes de trabajo, y se mejoren las condiciones de trabajo para un sector importante de la población”, asevera.

Beca igualdad de oportunidades

Un manejo limitado del inglés representa un obstáculo para muchas personas que desean estudiar en el exterior, a lo que se suma la vulnerabilidad socioeconómica para iniciar este desafío.

Estudiantes que viven esta realidad tienen la opción de cursar estudios de doctorado en universidades de excelencia de Estados Unidos, gracias a la Beca Igualdad de Oportunidades Fulbright-ANID, cuya convocatoria 2020 está abierta hasta el 31 de julio.

Este instrumento financia la formación doctoral de los seleccionados durante cuatro años y permite nivelar el manejo del idioma.

Los postulantes deben cumplir con al menos dos de los siguientes requisitos: haber realizado la enseñanza media en establecimientos de educación subvencionados; haber cursado estudios de pregrado con crédito o beca, otorgada por situación socioeconómica desfavorable; y que el nivel educacional de los padres sea igual o inferior a la enseñanza media.

Más información y postulaciones en www.anid.cl/concursos.

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Los desafíos que nos ha impuesto esta pandemia, han venido acompañados de oportunidades para pensar el futuro del país en lo social, institucional, económico y medioambiental. Como Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, estamos comprometidos con nuestra comunidad científica para que asuma un rol protagónico abordando estas materias de manera amplia y profunda, y para que el conocimiento se instale en el centro de esta conversación y de las acciones que nos permitirán marcar un camino propio frente al nuevo escenario.

En este sentido, Chile cuenta hoy con un sistema de desarrollo de talento que ha estado en permanente crecimiento y evolución, creando oportunidades para que una gran cantidad de estudiantes opten por perfeccionarse en el área de la investigación que deseen tanto a nivel nacional, como en el extranjero.

Desde 1984 a la fecha, se han otorgado 17.255 becas de doctorado financiadas por el Estado (61,7% en Chile y 38,3% en el extranjero), principalmente en Ciencias Naturales (39,7%) y Ciencias Sociales (24%), pero también en Humanidades (13,4%), Ingeniería y Tecnología (11,1%), Ciencias Agrícolas (6%) y Ciencias Médicas y de la Salud (5,7%). Muchos de estos becarios y becarias se desempeñan hoy en nuestro ecosistema de ciencia, tecnología, conocimiento e innovación. Pero, ¿están siendo bien aprovechadas estas capacidades en el país, más allá de la academia? ¿Estamos logrando vincularlas con el sector empresarial, el sector público, la cultura y tantos otros?

En estos momentos de profundos cambios, se hace necesario replantearse si el desarrollo de talentos en todas las áreas del conocimiento responde a los desafíos y retos que el país enfrenta y enfrentará, como la revolución tecnológica, el cambio climático y los desastres de origen natural, solo por mencionar algunos. Además, con la convicción de que para generar más y mejor ciencia es vital que ésta se distribuya de mejor forma a lo largo del territorio, cabe plantearse cómo las regiones pueden absorber en un mayor grado el talento científico ya existente en el país.

La investigación exige el cuestionamiento permanente de nuestro entorno, y este periodo de grandes transformaciones nos invita también a preguntarnos cómo podemos generar procesos virtuosos para que, a través de la generación de nuevo conocimiento, Chile pueda aspirar a un desarrollo integral y sostenible. Para ello, es fundamental la promoción de nuevos talentos científicos, diseñando un sistema que contemple la formación en ciencia desde la edad preescolar hasta la especialización doctoral y su posterior incorporación al ecosistema.

Desde la plataforma que entrega el Ministerio de Ciencia estamos trabajando para impulsar un proceso participativo que incorpore visiones desde el sector público, sector privado, academia y sociedad civil sobre cómo Chile debe embarcarse en un proceso de inclusión de los nuevos talentos científicos en la sociedad, para enfrentar las oportunidades y los desafíos actuales y futuros. Chile cuenta hoy, quizás como nunca antes, con una sociedad interesada en estos temas y una comunidad científica robusta para aportar a las conversaciones. El fortalecimiento de nuestras capacidades y el cultivo de nuestras mentes jóvenes para un mayor entendimiento del mundo que nos rodea es una de las claves para nuestro desarrollo.

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La pandemia causada por el covid-19, junto con develar la fragilidad de todo lo que creíamos consolidado en el ecosistema de educación superior, nos ha planteado una serie de interrogantes y desafíos que debemos asumir con urgencia y con una mirada de largo plazo.

Desde esta perspectiva, se asoma como prioritaria la necesidad de desarrollar una agenda de colaboración estratégica para la educación superior, con un marcado énfasis en lo interdisciplinario y colaborativo, que se inicie con un diálogo al interior de nuestras instituciones y se vaya fortaleciendo con diversas miradas de la realidad local, nacional, regional y global.

Para generar estos espacios de diálogo, el punto de partida debería ser: 1) el valor de lo público y lo social en la formación de personas; 2) la relevancia de la investigación interdisciplinaria y la cooperación científica para resolver problemáticas de alto impacto global, y 3) la necesidad de avanzar hacia un nuevo modelo económico que, junto con satisfacer las necesidades básicas de la sociedad en su conjunto, garantice educación de calidad para todos.

Un buen punto de inicio para este diálogo podría estar en la socialización al interior de nuestras instituciones de las experiencias de éxito que se hayan registrado en las diversas unidades académicas que participan en el proceso formativo de los estudiantes de pre y posgrado. De esta manera, la información recogida luego podría ponerse a disposición del resto de los integrantes del ecosistema local de educación superior, con la finalidad de establecer un protocolo de buenas prácticas con un sello regional distintivo.

A su vez, es importante destacar que las alianzas internacionales se tornan necesarias para el desarrollo de los posgrados, sobre todo a nivel de doctorado. Así, estos aportes podrían escalarse progresivamente a estadios mayores con el objetivo de construir entre todos, un sistema educativo con un sello distintivo que nos identifique como país. De esta manera, podríamos dejar atrás la práctica de copiar modelos educativos exitosos a nivel global, que, al ser creados para sociedades muy distintas a la nuestra, terminan siendo un fracaso.

En este proceso, la generación de conocimiento, muchas veces excluida de los principales temas de la agenda pública, ha cobrado nuevo valor. En este sentido, el covid-19 ha demostrado la necesidad imperiosa de promover la cooperación científica y el trabajo interdisciplinario, nacional e internacional para aumentar las capacidades de investigación y desarrollo tecnológico. Esto es relevante si consideramos que la tecnología nos ha permitido estar conectados a pesar del distanciamiento social, haciendo posible mantener en pie los procesos de enseñanza- aprendizaje a todo nivel.

En este punto, ya no es una utopía pensar que la inteligencia artificial podría ser una buena respuesta para avanzar hacia una educación sin límites, donde los académicos dejen atrás el trabajo administrativo, para enfocarse en la entrega de conocimientos o en el desarrollo de investigaciones que incluyan a sus estudiantes y sus particularidades, lo que implica el fin de procesos estandarizados de aprendizaje que, en muchos casos, no aprovechan al máximo las capacidades de las personas.

De esta manera, inyectar los recursos necesarios para profundizar el trabajo colaborativo entre países, universidades y centros de investigación nos permitirá potenciar nuestras capacidades para enfrentar nuevos escenarios que, como hemos visto, a veces se presentan sin aviso, causando efectos devastadores para la sociedad.

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